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San Judas Tadeo
Novena a San Judas Tadeo
Es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe.
Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amen.
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Bendícenos ahora y siempre
Bendícenos ahora y siempre, Oh María, Templo y Sagrario de la Augustísima Trinidad, Virgen concebida sin la culpa original.
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Oración a San Judas Tadeo
¡Oh gloriosísimo Apóstol San Judas! Siervo fiel y amigo de Jesús. El nombre del traidor que entregó a tu querido Maestro en manos de sus enemigos ha sido la causa de que muchos te hayan olvidado, pero la Iglesia te honra e invoca universalmente como patrón de los casos difíciles y desesperados. Ruega por mí que soy tan miserable y haz uso, te ruego, de ese privilegio especial a tí concedido de socorrer visible y prontamente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Ven en mi ayuda en esta gran necesidad, para que reciba los consuelos y socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente(haga aquí cada una de sus súplicas especiales), y para que bendiga a Dios contigo y con todos los escogidos por toda la eternidad.
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Te prometo San Judas
Te prometo, glorioso San Judas, acordarme siempre de este gran favor y nunca dejaré de honrarte como a mi especial y poderoso protector y hacer todo lo que pueda para fomentar tu devoción. Amén.
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Letanias San Judas Tadeo
Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
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Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
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Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
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Cristo, óyenos
Cristo, óyenos
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Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos
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Oh Dios, Padre celestial
ten piedad de nosotros.
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Oh Dios, Hijo, Redentor del mundo
ten piedad de nosotros.
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Oh Dios, Espíritu Santo
ten piedad de nosotros.
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San Judas, pariente de Jesús y María
ruega por nosotros.
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San Judas, que viviendo en la tierra fuiste digno de ver a Jesús y María y de gozar de su compañía
ruega por nosotros.
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San Judas, elevado a la dignidad de Apóstol
ruega por nosotros.
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San Judas, que tuviste el honor de contemplar a tu Divino Maestro humillarse a lavar tus pies
ruega por nosotros.
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San Judas, que en la última cena recibiste la Sagrada Eucaristía de las manos de Jesús
ruega por nosotros.
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San Judas, que después del profundo dolor que te causó la muerte de tu querido Maestro, tuviste el consuelo de contemplarlo resucitado de entre los muertos y de asistir a su gloriosa Ascensión
ruega por nosotros.
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San Judas, que fuiste lleno del Espíritu Santo en el día de Pentecostés
ruega por nosotros.
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San Judas, que predicaste el Evangelio en Persia
ruega por nosotros.
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San Judas, que hiciste grandes milagros con el poder del Espíritu Santo
ruega por nosotros.
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San Judas, que volviste la salud de alma y cuerpo a un rey idólatra
ruega por nosotros.
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San Judas, que hiciste callar a los demonios y confundiste sus oráculos
ruega por nosotros.
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San Judas, que pronosticaste a un príncipe débil una paz honrosa con su poderoso enemigo
ruega por nosotros.
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San Judas, que quitaste de las serpientes mortíferas el poder de dañar al hombre
ruega por nosotros.
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San Judas, que despreciando las amenazas de los impíos predicaste valerosamente la doctrina de Cristo
ruega por nosotros.
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San Judas, que sufriste gloriosamente el martirio por amor a tu divino Maestro
ruega por nosotros.
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¡Oh Apóstol Bendito con confianza
te invocamos!
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¡Oh Apóstol Bendito con confianza
te invocamos!
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¡Oh Apóstol Bendito con confianza
te invocamos!
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¡Oh San Judas, esperanza del desesperado
ayúdame en mi aflicción!
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¡Oh San Judas, esperanza del desesperado
ayúdame en mi aflicción!
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¡Oh San Judas, esperanza del desesperado
ayúdame en mi aflicción!
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¡Oh San Judas, esperanza del desesperado
ayúdame en mi aflicción!
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Que por tu intercesión, así los sacerdotes como el pueblo fiel de la Iglesia reciban un celo ardiente por la Fe de Jesucristo.
Te rogamos, óyenos.
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Que defiendas al Soberano Pontífice y alcances la paz y la unidad a la Iglesia Santa.
Te rogamos, óyenos.
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Que los paganos e incrédulos se conviertan a la verdadera fe.
Te rogamos, óyenos.
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Que la fe, la esperanza y la caridad aumenten en nuestros corazones.
Te rogamos, óyenos.
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Que nos veamos libres de todos los malos pensamientos y de todas las acechanzas del demonio.
Te rogamos, óyenos.
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Que nos guardes de todo pecado y de toda ocasión de pecar.
Te rogamos, óyenos.
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Que nos defiendas en la hora de la muerte contra la furia del demonio y de sus malvados espíritus.
Te rogamos, óyenos.
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Ruega por nosotros, para que antes de la muerte expiemos todos nuestros pecados con sincero arrepentimiento y la recepción digna de los Santos Sacramentos.
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Ruega por nosotros para que alcancemos un juicio favorable.
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Ruega por nosotros para que seamos admitidos en la compañía de los bienaventurados para gozar de la presencia de Dios eternamente.
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Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
perdónanos, Señor.
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Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
oyenos, Señor.
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Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
ten piedad de nosotros.
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Ruega por nosotros, San Judas Tadeo, Ruega por nosotros, San Judas Tadeo.
Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
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Oración del día para la Novena
Primer Día: Vocación de San Judas
El que me sigue, no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos exhorta a que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser librados de la ceguera del corazón y alumbrados verdaderamente. (Imitación de Cristo, Capítulo I).
Qué tan pronta y generosamente siguió San Judas e imitó a Jesucristo, puede deducirse de su vida enteramente consagrada al servicio de Jesús, especialmente desde que fue llamado a ser uno de sus doce Apóstoles. Fue siempre fiel a Cristo, del cual era pariente y uno de sus más celosos apóstoles, predicando el reino de Dios y enseñando con toda libertad, sin que nadie se lo prohibiese, lo tocante a Nuestro Señor Jesucristo. (Hechos, Capítulos XXVII, 31).
También tú, oh cristiano, tienes una vocación aquí en la tierra, aunque no sea de predicador del Evangelio y de extender el reino de Dios como el sacerdote, el misionero y la religiosa en lejanas misiones; pero sí que eres llamado a ser buen cristiano, a dar buen ejemplo al prójimo con tu paciencia, humildad, obediencia y todas las demás virtudes cristianas.
Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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Segundo Día: Amor de San Judas
Bienaventurado el que conoce lo que es amar a Jesús y despreciarse a sí mismo por Jesús. Conviene dejar un amor por otro amor, porque Jesús quiere ser amado, El sólo sobre todas las cosas. El amor de la criatura es falaz y mudable; el amor de Jesús es fiel y constante. «Ama y ten por amigo a Aquel que, aunque todos te desamparen, no te desamparará, ni te dejará perecer en el fin» (Kempis, Lib. II, Cap. VII). Grande fue el amor de San Judas a Jesús, y quería que todo el mundo le amase como le dio a entender después de la última cena al decirles Nuestro Señor (Evangelio de San Juan, Cap. XIV, 21) «El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré, y yo mismo me manifestaré en él». Dice Judas, no el Iscariote, sino nuestro Santo: «Señor, ¿qué causa hay para que te hayas manifestado claramente a nosotros, y no al mundo?». Jesús le respondió así: «Cualquiera que me ama observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos mansión dentro de él». Este amor grande de San Judas a Jesús lo manifiesta en su carta al decirnos: «Manténganse constantes en el amor de Dios, esperando la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo para alcanzar la vida eterna».
Pidámosle que nuestro corazón esté siempre inflamado del amor a Jesús.
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Tercer Día: Celo de San Judas
El verdadero celo es la más clara muestra y como resultado natural del amor a Jesucristo. Pues nada desea Jesús como la gloria de su Padre y la salvación de las almas. San Judas manifestó su amor a Jesús y su gran celo por la salvación de las almas, no sólo con la predicación del Evangelio hasta las más distantes naciones en donde por amor a Jesucristo dio su sangre y su vida, padeciendo glorioso martirio en Persia; sino que quiso dejarnos un recuerdo eterno al decirnos en su carta (17): «Ustedes, sin embargo, queridos míos, acuérdense de las palabras que les fueron antes dichas por los apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo, las cuales les decían que en los últimos tiempos han de venir unos impíos, que seguirán sus pasiones llenas de impiedad. Estos son los que separan a sí mismos de la grey de Jesucristo, hombres sensuales, que no tienen el espíritu de Dios».
¿Imitamos a San Judas en el celo por la gloria de Dios y la salvación de nuestro prójimo con las palabras y el ejemplo de su vida consagrada al servicio de Jesús?
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Cuarto Día: Fe en San Judas
«Fe se te pide, y vida recta, dice la Imitación de Cristo (Lib. IV, Cap. XVIII), no elevado entendimiento, ni el profundizar los misterios de Dios. Si no entiendes ni alcanzas las cosas que están debajo de ti, ¿cómo comprenderás las que están sobre ti? Sujétate a Dios y humilla tu razón a la fe». San Judas siguió con fidelidad y fe ardiente el llamamiento a la vida penosa del apostolado que le hizo su Santo Primo Nuestro Señor Jesucristo y aunque era pariente tan cercano de Jesucristo, le reconocía como su Maestro, Señor e Hijo de Dios, aunque hecho Hombre. El predicar la fe y la doctrina de Jesucristo fue su ocupación constante desde que fue llamado al apostolado, y por esa misma fe dio su vida. «Ustedes, queridos», dice en su carta, «elévense como un edificio espiritual de santísima fe, oren en el Espíritu Santo y manténganse constantes en el amor de Dios».
Y exhorta a los fieles a que no olviden los avisos y enseñanzas que les habían dado los apóstoles y que se guarden de los falsos profetas e impostores que habían de venir al mundo.
Devoto de San Judas, si quieres merecer la protección de este Santo, guarda firmemente tu fe, aún a costa de tu sangre si fuese necesario.
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Quinto Día: Fortaleza de San Judas
«Si como varones fuertes», dice la Imitación de Cristo (Lib. I, Cap. XI), «procurásemos permanecer firmes en el combate, veríamos, sin duda, bajar sobre nosotros desde el cielo el auxilio del Señor».
Pues el que nos da ocasiones de pelear para que salgamos victoriosos está pronto a ayudar a los que pelean, confiados en su gracia. Nuestro Santo, Judas, como se llama a sí mismo y es llamado en los Hechos de los Apóstoles, significa confesión, alabanza, esto es, hombre que confiesa y anuncia las alabanzas del Señor, lo cual requiere valor y mucha fortaleza.
La cual virtud manifiesta de un modo especial en su carta, la que, aunque una de las más cortas del Nuevo Testamento, es admirable por su lenguaje fuerte contra los herejes; y exhorta a los fieles a permanecer firmes en la fe y en la doctrina que habían recibido de los Apóstoles del Señor. Y con extraordinaria fortaleza reprende a los cristianos degenerados, y los llama nubes sin agua, llevados de aquí para allá por los vientos; árboles otoñales, infructuosos, dos veces muertos, sin raíces, prescindiendo de las amenazas de esos impíos, condenando valerosamente el error y defendiendo con gran fortaleza la doctrina de Cristo, sufriendo por defender la misma un glorioso martirio. Pidamos a este valeroso Santo que nos dé esa fortaleza tan necesaria en estos tiempos de cobardía para confesar, claramente, la doctrina santa del Evangelio.
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Sexto Día: Humildad de San Judas
«Dios derribó del solio a los poderosos», exclama María en su cántico del Magníficat, «y ensalzó a los humildes; y porque ha puesto Dios los ojos en la humildad de su esclava, he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones». Dios protege y libra al humilde, al humilde ama y después de su abatimiento, lo eleva a la gloria. «Al humilde descubre sus secretos: le atrae suavemente a Sí», dice Kempis (Lib. II, Cap. 2). La profunda humildad de San Judas brilla de un modo muy especial en su Carta, pues en vez de empezarla llamándose pariente cercano del Redentor del mundo Cristo Jesús y de María Reina de los cielos y de la tierra, se titula Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago; por esto cumpliéndose la sentencia del Salvador, de que quien se humillare será exaltado, no es de maravillar que San Judas brille en el cielo como estrella de primera magnitud junto con los demás apóstoles, y que en la tierra, por su profunda humildad, Dios le haya dado gran poder de socorrer pronto y eficazmente a los devotos que con confianza y humildad le invocan.
¿Nos consideramos como San Judas, humildes siervos de Jesús? Entonces podemos acudir a la valiosa protección de San Judas, quien mirará nuestra pequeñez con ojos de misericordia y nos socorrerá en nuestras necesidades.
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Séptimo Día: Mansedumbre de San Judas
Hija de la humildad es la mansedumbre de Tadeo. San Judas como apóstol tan humilde, no podía menos de imitar muy de cerca de su Primo y Maestro Jesús, quien nos dice: «Aprendan de mí a ser mansos y humildes de corazón. Miren que yo los envío como coderos entre lobos. Si alguno te hiere en la mejilla derecha, vuélvele la otra; y al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también la capa. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra». Toda esa doctrina del Salvador sobre la necesidad que tenemos de mostrarnos mansos y amables con nuestros semejantes, la practicó San Judas Tadeo de un modo especial, no sólo en la bondad de su rostro, en lo amable de su vista y palabras, en lo alegre aún en los mayores desprecios y contradicciones que por Jesucristo padeció, sino resplandeciendo como el sol en presencia de Agábaro, admitiendo gustoso los cárceles, y halagando las fieras que los magos le arrojaron, por venganza de la victoria que de ellas, con solo la señal de la cruz, obtuvo. Pidamos a San Judas Tadeo que seamos lo que su nombre significa: dulces, misericordiosos, benignos, amables y mansos para que después de haber poseído la tierra de los corazones, prometida por Nuestro Señor a los mansos, lleguemos felizmente a la tierra prometida de la Gloria.
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Octavo Día: Sabiduría de San Judas
«Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña, no por medio de figuras y palabras pasajeras» dice la Imitación de Cristo. ¿Qué diremos, pues, de la sabiduría de San Judas Tadeo, pues quien es el Camino, la Verdad y la Vida, le iluminó con los rayos de su divina sabiduría? Y a su mismo nombre de Lebeo que se le da en el texto griego de San Mateo, significa, según San Jerónimo, hombre de sabiduría e inteligencia, la cual demostró a los herejes con fuertes epítetos y símiles, llamándoles meteoros errantes que parecen deslumbrar al mundo por unos instantes y después van a parar en la eterna obscuridad.
Nos enseña la grande obligación que tenemos de ir siempre creciendo en el amor de Dios y en conducir a nuestros hermanos por el verdadero sendero de la sabiduría celestial, iluminando a todos, especialmente a aquellos que todavía están sentados en las sombras de la muerte, de la ignorancia de las verdades salvadoras, de la verdadera religión de Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica, guiada por el sucesor del príncipe de los Apóstoles, el Vicario de Cristo en la tierra, el Pontífice de Roma, y que del sol del Evangelio que San Judas Tadeo llevó por tan lejanas regiones, vuelva a mostrarlo en estos tiempos de tanta incredulidad e ignorancia religiosa.
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Noveno Día: Poder de San Judas
Dice San Marcos que los apóstoles de Jesús fueron, y predicaron en todas partes, cooperando con el Señor, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban. Al predicar San Judas Tadeo el Evangelio por las apartadas regiones de Persia que le habían tocado en suerte, convirtió innumerables gentes a la Fe, entre ellos a Agábaro, Rey de Edesa, curado por San Judas en el cuerpo y en el alma, confundiendo a sus enemigos, magos e impostores, quitando el veneno mortal a las serpientes que ningún daño pudieron hacer a nuestro Santo, este milagroso poder de San Judas parece que Nuestro Señor ha querido en estos tiempos hacerlo revivir, sin duda por el olvido en que los fieles le han tenido a causa de su nombre, común con el del Traidor de Jesucristo.
San Judas Tadeo manifiesta su ayuda y protección especial en socorrer a sus devotos de aquellos casos en que toda esperanza humana parece faltar, y por eso el pueblo fiel le aclama con el título de Abogado especial de los casos difíciles y desesperados. Basta para convencerse de que nuestro Santo Apóstol alcance también a los que imploran su protección todo género de gracias, aún de aquellas que parecen cosas insignificantes, preguntarlo a quien le profese particular devoción, y basta para experimentarlo, acudir al mismo Santo Apóstol. Innumerables son los devotos que reconocidos de sus favores, envían cartas de agradecimiento al Santuario Nacional de San Judas Tadeo, en donde se venera con singular devoción una estatua y reliquia del Santo Apóstol. Si, pues, queremos su protección, acudamos con fé y confianza a San Judas Tadeo, quien después de habernos ayudado en este mundo, nos ayudará a alcanzar la gloria eterna.
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Oraciones
Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
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Padre nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; y perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal.
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Ave María
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
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